Morbilidad
Los etimólogos lo tienen claro: morbil(i)- indica relación con morbillus, nombre latino del sarampión (llamamos "exantema morbiliforme", por ejemplo, al de tipo sarampionoide, y en la taxonomía virológica el virus del sarampión se clasifica como un morbilivirus); mientras que para indicar relación con la enfermedad debemos echar mano del latín morbĭdus o morbōsus. Para expresar el número de personas afectadas por una determinada enfermedad, pues, en español hubiéramos debido usar morbidad (como hacen en portugués: morbidade), morbosidad (como hacen en italiano: morbosità) o morbididad (como hacen en inglés, francés y alemán: morbidity, morbidité y Morbidität, respectivamente). Sin embargo, los médicos decimos morbilidad y nos quedamos tan campantes. En el origen del error parecen estar motivos de eufonía.
No me refiero solo a la dificultad para pronunciar tres d seguidas, con la consiguiente cacofonía aliterativa, sino sobre todo a la presión de los cientos de sustantivos abstractos acabados en –bilidad de que disponemos en español, formados a partir de adjetivos verbales terminados en –ble. Pienso, por ejemplo, en amabilidad, biocompatibilidad, culpabilidad, debilidad, estabilidad, excitabilidad, flexibilidad, habilidad, habitabilidad, impermeabilidad, insensibilidad, irritabilidad, labilidad, legibilidad, movilidad, probabilidad, sociabilidad, solubilidad, sostenibilidad, tolerabilidad, variabilidad, viabilidad, visibilidad y muchos más. Es casi seguro que, a imitación de ellos, la etimológica morbididad, de terminación tan extraña a nuestros oídos, se transformó en morbilidad, que resultaba más familiar aun cuando no guardara relación ninguna con el sarampión.
Y, la verdad sea dicha, la cosa tampoco es para rasgarse las vestiduras. También en su momento el murciégalo (del latín muris caecŭlus, ratón ciego) y el crocodilo (del griego κροκόδειλος, krokódeilos, a través del latín crocodīlus) mudaron por metátesis a murciélago y cocodrilo, que resultaban más fáciles de pronunciar. Primero fueron solo un par de analfabetos, claro; luego más y más, hasta que finalmente la masa entera de los hablantes pasó a usar las nuevas formas, nacidas como barbarismos. Hasta el punto de que hoy, si alguien escribe en español murciégalo o crocodilo, al estilo de los sabios antiguos, pasa por ignaro y de nada le sirve aducir que son voces admitidas en el diccionario de la RAE.
Exactamente eso mismo nos pasa hoy ya con morbididad. El médico que la use se verá tildado de anglicista —"influencia clara de morbidity", le dirán—, o directamente de inculto. Y de nada le valdrán sesudas argumentaciones etimológicas ni el respaldo de la RAE, que prefirió morbididad a morbilidad hasta el año 1992. El uso, siempre tirano, manda en cuestiones de lengua y consagra las voces claramente respaldadas por los hablantes, sin importarle que en ocasiones puedan ser impropias o incorrectas según otros criterios.
Fernando A. Navarro
http://medicablogs.diariomedico.com/laboratorio/2014/05/09/morbilidad/
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